lunes, 28 de septiembre de 2009

ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS

Aprender a escuchar la Palabra.

Mateo 11:28-29
Aprended de mí…
El interés de Jesús es enseñarnos. Para esto hay dos formas: una es, ponerse a los pies del maestro, guardar silencio, y sin hacer nada dedicar tiempo a escuchar la enseñanza de Dios. La otra es, sabiendo que Él está, haciendo cosas tratar de escuchar algo de la voz de Dios. (Marta y María, hermanas de Lázaro)
Hoy en la iglesia, hay gente tan empeñada en hacer cosas, pero no oye al que dijo “aprended de mí”, y eso nos lleva al resultadísmo, al estar contento por lo que hicimos, pero el que hace la obra es Cristo.
Juan 16:13-14
Jesús dice: “Él tomará de lo mío
La iglesia del Señor se mueve en dos áreas:
1. Los estudios bíblicos: Generalmente se escucha lo que el expositor interpreta de las escrituras. Pero Jesús dijo que es el E.S. quien nos enseñará todas las cosas. ¿Cuántos de los asistentes de verdad están en un estudio buscando ser descubiertos y enseñados por Dios? ¿Cuánto tiempo se dedica para oír al que es dueño de la verdad?
2. Los menos, se detienen y guardan silencio para escuchar a Dios, y para saber, qué es lo que el E.S. tomó de Jesús para enseñarnos de Él.
Los que centran su vida en escuchar lo que Dios le habla a otros, son los que son llevados por doquiera viento de doctrina, con un cristianismo licuado, sin profundidad, y cuando nos va mal, culpamos al que nos dio el consejo, sin entender que el camino es ir a la fuente para ser enseñados.

Juan 14:26
Enseñar y Recordar.
Para ser enseñado se requiere oír. ¿Cuánto tiempo oímos al que vino a recordarnos todo lo que el Señor Jesús vino a cumplir en nuestras vidas?
Cuando sabemos que es lo que Dios nos quiere comunicar, entonces podemos caminar en su palabra. Pero hoy encontramos más cristianos dispuestos a pedir, o capaces de recitar toda la biblia, pero menos cristianos que oyen la voz del E.S.

Juan 1:9
Si no tengo revelación de quien es la luz, ando en oscuridad. La luz verdadera viene para ser práctica en nuestra vida. La diferencia la marca el hacer.

1 Juan 2:27
Texto que pone en peligro a los enseñadores…
La unción misma, que es verdadera, es quien nos enseña. Dios mismo, que permanece en nosotros es quien quiere revelarnos todas las cosas.
Lo clave, está en permanecer en Dios, SEGÚN LA ENSEÑANZA QUE RECIBO DE ÉL.




Juan 6:45
Oír y aprender para ir. No podemos ir a la presencia de Dios sin haber sido enseñados por Él mismo.

Juan 5:39
Las escrituras hablan “algo” acerca de Cristo, dan testimonio. Pero la palabra es Cristo mismo (Jn. 1:1)
¿Dónde está hoy la palabra? En nosotros, y tiene toda la capacidad de hablarnos a nuestra mente (1 Co. 2:16) porqué la mente de Cristo sólo puede ser enseñada por Cristo mismo.
Es necesario que nuestra mente natural sea enseñada por la mente de Cristo para salir de la mediocridad.

Juan 14:23
Al guardar la palabra, la consecuencia es que el Padre le amará, y la trinidad hará morada en nuestra vida. El oír y obedecer, nos permite experimentar el amor de Dios. El Dios de amor se manifiesta a nuestras vidas para morar (habitar: ocupar con ánimo de dueño) en nosotros y enseñarnos a conducirnos en la verdad.

2 Corintios 3:4-6
Para poder obedecer a Dios es necesario que tengamos una relación íntima, personal y profunda con el E.S., el mismo que inspiró a los hombres que plasmaron en la escritura las enseñanzas. La vida en Cristo viene por escuchar la voz de la fuente de las escrituras.
Hasta la invención de la imprenta (año 1440) se dice que existían 100 tipos de denominaciones evangélicas. De esa fecha hasta hoy, hay cerca de 30.000 sectas denominacionales evangélicas
¿Por qué? Porque el hombre, interpretó las escrituras desde su mente y dejó de escuchar al autor de la palabra.
El proyecto de Dios es que TODOS lleguemos a la unidad de la fe, y eso no es posible por las miles y miles de congregaciones que existen y que se creen dueños de la verdad.
Para llegar a la unidad de la fe no podemos estar basados en lo que los hombres dicen de la palabra, sino en lo que Dios ha establecido. Cuando dejamos de oír al inspirador de las escrituras, dividimos el cuerpo de Cristo, y no cumplimos el propósito de Jesús. (2 Pd. 1:20)
La escritura, no es de interpretación privada, por lo que no es mío adjudicarme la interpretación, sino que debemos oír al Dios que nos quiere hablar personalmente.

Si no estamos dispuestos a esto, nos queda únicamente vivir de lo que otros están oyendo de Dios. (Rémora)
Si ese es nuestro caso, van a haber problemas cuando venga la prueba, la tentación, cuando nos presentemos delante de Dios.
¿Cuánto tiempo llevas viviendo escuchando a otros y no a Dios? ¿Qué te lo impide?
Muchas veces el impedimento es que después de oír a Dios debemos obedecerlo, y ahí está la mayor de las complicaciones.





Gálatas 1:11-12
Si Jesús le quiso revelar al apóstol Pablo, ¿no querrá enseñarnos también a nosotros?
Pablo se apartó, para oír la voz de Dios. Hoy vivimos en lo instantáneo, la televisión, la internet, etcétera. Cuanto tiempo desperdiciamos sin oír la voz de Dios, porque requiere pasar tiempo que no estamos dispuestos a invertir. (Salmos 119:99-100)

Hoy la palabra meditar se mal interpreta y se considera del mundo, sin embargo la palabra nos enseña a meditar, a pasar tiempo a solas, en concentración, oyendo la voz del Padre.
Lucas 10:39-42
María, escogió oír al maestro, y esa parte, NO LE SERÁ QUITADA. Lo que Marta hacía, el afán y la turbación, serán quitadas, pero el escuchar la voz de Dios permanece para siempre. En tu nombre sanamos enfermos, echamos fuera demonios, predicamos, etcétera. Todo eso será quitado, pero lo que Cristo nos enseña permanece.

Juan 6:35
Puedes pasar tu vida leyendo las escrituras, sin oír a Dios. El crecimiento no es cuantas interpretaciones tengo de la palabra, porque la palabra es inmutable, y muchas veces le asignamos crecimiento a la interpretación, cuando lo único que ha cambiado somos nosotros.
La revelación es progresiva, pero no la interpretación. Dios dice, lo que quiso decir, y no hay más.

Romanos 10:8
Cerca de ti, en tu boca y en corazón está Cristo, y esa es la palabra de fe que predicamos. Para que esto ocurra, necesitamos oírlo, tener comunión, callarse delante de Él.
Qué triste es buscar a alguien que oiga la voz de Dios, cuando Él quiere hablarme a mí. El querer que Dios me hable me lleva tomar decisiones y no sólo las declaraciones.